Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 17 de febrero de 2018

171) Genocentrismo XXIII


Genocentrismo XXIII.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (17/02/18).



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*Las ‘señales’ que del mundo entorno nos vienen llegan al núcleo de nuestras células (al respirar, al ingerir, al oler…). Nuestro genoma se ‘entera’ de lo que pasa, del estado de cosas alrededor. Los genomas de todas las criaturas están al corriente de todo lo que sucede en la biosfera en virtud del lenguaje universal físico-químico. El hologenoma, la totalidad de la sustancia viviente del planeta, ‘sabe’ ya lo que sucede en punto a la contaminación ambiental, el aumento de temperatura, o la radiación… Hace ya tiempo que detecta y pondera los cambios.
Como humanos apenas comenzamos a comprender lo que ya sabe (o ya ha advertido) la sustancia viviente –por conocimiento directo. La conciencia o inteligencia humana (la superficial, la lingüístico-cultural) alcanza únicamente un conocimiento indirecto tanto de sí misma, como de su entorno.
Unir al sujeto cultural con el sujeto genético –son ciertamente el mismo. Acentuar la sensibilidad físico-química. Saber lo que respiramos, ingerimos, u olemos como si de la sustancia genética se tratase. Identificarnos absolutamente con la sustancia genética.
Necesitamos más conocimiento acerca de la vida (el plasma germinal, la sustancia viviente…) y de sus interacciones con el medio entorno. Que nuestro ser cultural consciente sepa lo que sabe nuestro genoma. Una convergencia entre el lenguaje humano (al respecto) y el lenguaje (la semiosis) de nuestras células. Una traducción coherente.
El saber que la vida adquiere de inmediato y de manera directa ha de alcanzarlo el cariotipo específico humano (el ‘hombre’)  a nivel lingüístico-cultural.
Como humanos, como criaturas, llevamos eones de atraso. El azar (o la necesidad) que nos trae aquí, a la vida, al cosmos, al ser… nos trae en la ignorancia más absoluta… Duramente se alcanza el saber de la vida en lo que concierne a sus condiciones de existencia, por ejemplo. Milenios nos ha llevado, como humanos, y apenas si estamos al principio, apenas si empezamos a comprender y a comprendernos.
Lo que la sustancia genética sabe casi desde el principio, eones de experiencia.
Cuanto más sepamos de la sustancia viviente, más sabremos acerca de nosotros mismos y de nuestras circunstancias. Saber sobre el origen de la vida, sobre su evolución, sobre la comunicación (la biosemiosis)… sobre la biosfera… Saber acerca de nosotros mismos. Porque  nosotros somos la sustancia viviente única, sencillamente.
Podemos añadir a lo dicho más arriba que la sustancia genética universal ya ‘sabe’ lo que pasa (en el planeta), y puede que esté respondiendo. ¿Cómo podríamos advertir su respuesta? ¿Cómo distinguirla? No podemos confundir los síntomas de la enfermedad con una respuesta.
La ubicuidad de la vida y la ubicuidad de la atmósfera, pongamos por caso. La biosfera. La vida ya percibe los cambios, ya sabe lo que pasa. Porque la vida conoce las señales (físico-químicas) del entorno. Los sujetos lingüístico-culturales necesitamos medios, instrumentos, artefactos para ponderar el medio. La sustancia viviente única no los necesita.
El genoma es su propio saber. La sustancia genética es inteligencia y saber puros.
Podemos decir que la sustancia genética del planeta, el hologenoma planetario, el Uno, ya conoce, ya sabe, ya es consciente de lo que pasa –de la alteración del ‘status quo’ del planeta, de cómo peligran las mínimas condiciones de existencia (la contaminación ambiental, el calentamiento global, la extinción de especies, la desforestación…).
La vida responde en el medio abiótico y en el medio biótico. Respuestas físico-químicas que inciden en la biosfera (atmósfera, temperatura…), y respuestas biológicas (nuevos órganos, nuevos organismos). Ambas cosas: adaptación del medio, y adaptación al medio.
Es más que posible que la vida esté respondiendo ya y que no acertemos a distinguir su respuesta (debido al flujo de señales (físicas, químicas…) que inunda el planeta).
La vida en un organismo complejo es múltiple. Un organismo es en sí mismo un ecosistema. A la multitud de células diferenciadas del ser propio (que comparten el mismo genoma) tendríamos que añadir las numerosas poblaciones bacterianas que alberga.
La semiosis interna de un organismo (el lenguaje físico-químico) es compartida por todos los miembros (los genomas) que lo habitan y lo conforman.
Hay una semiosis universal que toda la vida del planeta comparte. Toda la sustancia genética del planeta habla la misma lengua (físico-química). Las mismas señales, la misma mensajería. Un único ser, un único sistema de señales.
La sustancia viviente única del planeta se informa constantemente acerca del medio; pendientes de las noticias que le vienen del medio. Nada le pasa desapercibido. Está al día, podríamos decir.
Es la sustancia genética la que pondera en todo momento y lugar las noticias (físico-químicas) que le llegan del planeta. Y esto lo hace desde su origen.
Las perturbaciones del medio (de la biosfera en su conjunto), las que tienen que ver con la luz, con la temperatura, o con la atmósfera, son percibidas de inmediato por la sustancia viviente; por toda la sustancia viviente del planeta. Las aguas y los vientos dispersan las señales, las difunden, las llevan hasta los últimos rincones.
Únicamente en estos tiempos los seres humanos hemos accedido a esta comprensión físico-química de nuestro planeta. La biosfera, la geobiología… Las ciencias de la vida y de la tierra, conjuntamente. Sin olvidar el papel de la luz (del sol), la energía que nos viene de fuera. Apenas si empezamos a comprender, nosotros los humanos, lo que la vida sabe, y ha sabido desde siempre. 
Hay que descender a la vida pequeña, a la microvida, a la microbiología. La semiosis a nivel celular –en unicelulares y en pluricelulares. La mensajería físico-química universal. Los humanos tenemos que aprender, que dominar ese ‘lenguaje’. Es la única forma de estar al día.
Hablamos de las señales que circulan en el micromundo. Un lenguaje de fotones, electrones, átomos, moléculas y macromoléculas… Cómo recibe la vida estos elementos, cómo los entiende, qué uso hace de estos… La vida a nivel del suelo, del subsuelo incluso.
*La biosfera conlleva la semiosfera. La vida consigo mismo se comunica.
Medios mecánicos, térmicos, químicos, eléctricos… en la comunicación de los seres vivos. La comunicación interna (endosemiosis) y la externa (exosemiosis).
La holosemiosis. El conjunto de señales (físico-químicas) que circulan en un ecosistema dado y que es compartido por todas las especies involucradas.
Hay que tener en cuenta que para la materia viviente todo es signo, quiero decir que fotones, electrones, átomos, moléculas… son ‘signos’ ante los que se responde, pero también la temperatura, la gravedad, el campo magnético… Los procesos semióticos no se limitan a la comunicación entre seres vivos, sino a toda interacción de la sustancia viviente con su entorno físico-químico.
La materia viviente percibe y conoce su entorno. Cosas o sucesos son para la materia viviente  signos mediante los cuales ponderar el mundo alrededor.  Toda cosa o suceso es, pues, información para la materia viviente.
Las respuestas rápidas e inmediatas a los cambios del entorno. La familiaridad de la materia viviente con el medio entorno. La materia viviente conoce, sabe de su entorno. La materia viviente tiene como respuestas ensayadas ante los cambios (favorables, o no) que se producen a su alrededor.
Hay que distinguir, pues, la semiotización, de la comunicación.
En la semiotización se produce una interacción de la materia viviente con la no viviente, un diálogo, podríamos decir. La vida responde a la deriva del entorno, a los cambios que se producen a su alrededor, al estado de cosas siempre fluyente, en devenir. Y procura en toda ocasión guardar el tipo, salvar el pellejo (la homeorresis).
La comunicación es la interacción de la materia viviente con la materia viviente. El intercambio de señales propiamente dicho. La materia viviente distingue, entre los signos/estímulos que la rodean, los signos que le vienen de sus congéneres o de otras formas vivas. Aquí se trata de mensajes enviados y recibidos.
Todos los procesos de lectura o decodificación de signos requieren inteligencia y memoria. La emisión consciente y voluntaria de signos que sólo otra vida puede decodificar. Signos que avisan, que recomiendan, que mandan… que afectan a la conducta del receptor. Y esto sucede en todos los niveles de la materia viviente –desde las formas de vida más simples y arcaicas (bacterias…).
El lenguaje primero o físico-químico (el lenguaje celular) es universal y tiene, por supuesto, miles de millones de años (eones) –desde la aparición de la vida. Y es un lenguaje que aún se usa, y que las formas complejas macroscópicas, como la nuestra, la humana, pueden aprender.
Signos que predicen, o anuncian… la temperatura, las nubes, el color del cielo, del mar, la humedad… Nosotros los humanos semiotizamos el mundo entorno, ponderamos los ‘signos’ que nos vienen del exterior. Exactamente lo mismo que hacen los microorganismos, los seres microscópicos que viven a ras del suelo.
Los ‘signos’ físico-químicos de origen abiótico. Es obvio que no hay tales signos, que el entorno abiótico no se comunica con la materia viviente. Que es la vida la que convierte cosas y sucesos en signos, la que semiotiza el entorno desde su aparición. Esta semiotización es también el resultado de su familiaridad con el entorno, de la reiteración de cosas y sucesos, de la conexión de estos… de la implicación (si ‘a’ entonces ‘b’). La vida ‘entiende’ el entorno previa aprehensión y semiotización del mismo. Se requiere inteligencia y memoria para que tales procesos se produzcan. La vida sabe lo que hacer en cada momento, en cada caso, dependiendo de las circunstancias físico-químicas de su alrededor. Responde al entorno abiótico.
Otra cosa es la comunicación; la comunicación de la vida con otra vida (consigo misma, en verdad).  Aquí hay lenguaje, comunicación, intercambio de mensajes, de señales, algo para el otro. La vida a sí misma se interpela, se avisa, se manda…
Los signos o señales que emite y recibe la vida a nivel celular son universales, son colectivos –son simbólicos. En bacterias, protistas, algas… Signos químicos, mecánicos, térmicos, eléctricos…
Polisemia y sinonimia en la mensajería. Sustancias diferentes que en determinadas circunstancias cumplen la misma función (son sustituibles); sustancias que pueden cumplir varias funciones (que son interpretadas o decodificadas de maneras diferentes por diferentes receptores). Usos semejantes, usos múltiples.
Los procesos de nutrición y de comunicación parecen solaparse entre sí. No acaban de distinguirse (en los manuales o libros de texto). De un lado la endo- y la exocitosis, del otro lado la endo- y la exosemiosis. La entrada y la salida de información. También se metaboliza la información.
A nivel de la sustancia viviente única podemos decir que una sola cosa es el ser y el saber. La sustancia genética sabe en sí misma. Posee un conocimiento cifrado en su propio ser. Conocimiento y conciencia de sí misma, de su entorno…
Percepción, apercepción, y memoria. En la memoria se recurre a lo ya vivido, a lo ya sabido, a lo experimentado; a la genoteca, a las reservas de conocimiento.
Los genes son técnicas, saberes… modos de responder a las incidencias del camino. Intercambio de genes en las bacterias, genes que son conocimientos, técnicas, saberes… complementos del ser propio. Es quizás en las bacterias allí donde la sustancia viviente única es más ‘una’.
El intercambio de simbolemas y culturemas en los seres humanos. Los simbolemas, al igual que los genes (para las bacterias), son técnicas, saberes… que los humanos nos intercambiamos –damos y recibimos.  Complementan el ser simbólico. La transmisión de conocimientos y demás.
En la sustancia viviente única una sola cosa es el ser, el saber, el pensar, el sentir o percibir…
La materia viviente ha ido enriqueciendo su acervo, su ser, su saber… Son eones de experiencia y vida.
El genoma único del planeta. El hologenoma. En mi organismo, por ejemplo, el conjunto de genomas que lo constituyen (el propio y los ajenos). La comunicación físico-química universal. Una sola lengua.
Si hay vida hay semiotización y comunicación. Decir biosfera es decir semiosfera, entendiendo semiosfera como el espacio de los signos y de la comunicación.
La capacidad de la vida para interpretar su entorno inmediato. Esta interpretación se hace de acuerdo con su morfología y su fisiología. Cada forma de vida busca ambientes favorables o neutros, y huye de los ambientes desfavorables. Éste puede ser el criterio de interpretación fundamental. Lo bueno y lo malo para cada organismo (lo que viene bien, lo que viene mal; lo que fortalece, lo que debilita…).
La vida atenta a los ‘signos’ (cosas y sucesos) que le vienen del exterior.
La vida (la materia viviente) ha de distinguir entre ‘signos’ y ‘mensajes’ (comunicación). La información que envuelve a cualquier organismo procede del mundo abiótico (signos –cosas y sucesos interpretados) y del mundo biótico (mensajes –que sólo pueden provenir de otros organismos). En ambos casos podemos hablar de signos y de información, pero conviene distinguir.
La vida pondera (interpreta) el medio en función de sus necesidades, de su ‘salud’, de su seguridad…
Si la interpretación (la semiotización) del entorno es relativa a cada organismo, la comunicación no lo es. La comunicación, a nivel celular, parece ser universal  (transespecífica). Hablo de la información físico-química –la mensajería físico-química (mecánica, térmica, química, eléctrica…). No sucede lo mismo con la comunicación intraespecífica en los metazoos, por ejemplo. Las especies comparten ‘lenguajes’ exclusivos, si bien en un nicho ecológico las diferentes especies están atentas a los mensajes de unos y de otros   –la coexistencia de diferentes especies en un determinado espacio les hace compartir mensajes que les avisan de cualquier novedad (la llegada de un depredador notificada por una especie es ‘entendida’ rápidamente por el resto de las especies).
La comunicación físico-química parece ser tan universal como ciertas rutas metabólicas. La mensajería que circula es universalmente válida; es un lenguaje colectivo, simbólico, compartido por todas las células –tanto las individuales como las integradas en un organismo. Aunque se advierten diferencias que podríamos denominar ‘dialectales’.
Un proceso semiótico es un proceso de interpretación (hermenéutico), pero también de ponderación, de valoración (axiológico)… ¿Quién interpreta…? La misma vida. Un organismo que vela por sí.
El carácter simbólico (compartido) de la comunicación celular en las bacterias, por ejemplo. Su carácter social –que afecta al comportamiento del colectivo. En las amebas… en los unicelulares todos.
Semiosis y comunicación. En la semiosis hay signos, en la comunicación hay mensajes; hay un lenguaje compartido; hay símbolos. En los actos comunicativos hay un intercambio de símbolos (de términos, expresiones y textos comunes).
La comunicación requiere un intercambio de ‘signos’ comunes, colectivos –los  dialogantes comparten un sistema de signos común. No hay duda o incertidumbre en la emisión y en la recepción de estos signos o mensajes.
Los mensajes en los actos comunicativos se enuncian, se ponen en circulación. Son signos, señales para el otro.
(La palabra ‘signo’ parece imprescindible. Con todo me gustaría separar lo sígnico o semiótico, de lo comunicativo. En lo comunicativo se trata de sustancias elaboradas ad hoc; hechas para comunicar. El origen de estos signos de comunicación, de estas ‘palabras’ (términos, expresiones…) que pululan, es la misma vida. No son meras cosas o sucesos que ‘yo’ (la vida) interpreto según las circunstancias o en vistas a mi salud o integridad. Son sustancias a mí dirigidas. La vida consigo misma se comunica, a sí misma se notifica o avisa.)
Los signos alrededor son sólo signos para un ente perceptor (receptores de membrana, sentidos…), que pondera o interpreta los datos del entorno (cosas y sucesos) según su conveniencia. Las cosas o sucesos destacados y semiotizados (los ‘mundos’) son relativos a la morfología y a la fisiología de los organismos perceptores. No hay signos, pues, en tanto no haya vida.
La exocitosis y la exosemiosis. Las sustancias de origen biótico que las sustancias excretan al exterior y que encuentran por doquier en su deriva, en su deambular. A estas sustancias se les añade la cantidad de sustancias y fenómenos de origen abiótico (fotones, átomos, moléculas (los antagonistas metabólicos)… gravedad, presión, campos magnéticos…).
De todo el flujo de señales que la envuelven la sustancia viviente ha de distinguir  entre las señales de origen abiótico (cosas y sucesos semiotizados) y las señales elaboradas  (metabolitos, mensajes) –obviamente, de origen biótico. Todas le dicen algo, claro está, pero cada una a su manera. De todas es posible inferir o deducir el estado del medio y las acciones que se requieren en vistas a éste.
El ‘mundo’ (los ‘mundos’)  a nivel celular. El mundo de las células (tanto las independientes como las integradas en organismos). La semiosis y la comunicación a nivel celular.
El acto comunicativo requiere la socialización, la colectivización de los signos que median. En las bacterias, y en los humanos.
La realidad o mundo percibido es según la morfología y fisiología del percipiente. La interpretación o semiotización la hace un determinado organismo, una determinada especie, una determinada configuración morfo-fisiológica. Se trata de constricciones o determinaciones genotípicas o cariotípicas.
Quien semiotiza y quien se comunica es la sustancia viviente única. Un ente capaz de semiotizar el medio y de comunicarse con otros entes semejantes a él. Además de un ente capaz de adaptar o habilitar el medio que le rodea.
El murmullo de la vida. El flujo de mensajes. La comunicación universal a nivel celular. Un planeta viviente que se comunica consigo mismo, que se informa, que se mantiene al día.
Nada le pasa desapercibido a la sustancia viviente única.
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Hasta la próxima,
Manu