Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

martes, 10 de octubre de 2017

163) Genocentrismo XVII


Genocentrismo XVII.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (10/10/17).

 

*

 

*Los seguidores del orden, de lo justo, de lo verdadero… –‘ashavan’ en avéstico, ‘rtávan’ en védico. Asha/arta, en avéstico; Rtá, en védico: el orden, lo justo, lo verdadero… lo que es. El campo semántico del término (‘arta’/’rtá’) linda con el campo semántico del término/verbo ‘ser’: ‘sat-yá’ (participio presente de ‘as’, ‘ser’, en védico), ‘haith-iia’ (igualmente en avéstico, del verbo ‘ah’, ‘ser’): lo real, lo verdadero, lo realmente existente, la verdad… Asimismo, el término védico ‘a-sat’, es el no ser, lo que no es, lo no existente, lo falso, lo no verdadero. También tenemos el término ‘an-rtá’ (la negación del orden, que equivale a mentira, falsedad…).
La negación del ser y la negación del orden. El orden y el ser. El orden, la verdad, el ser… Una y la misma cosa. Ser, orden, y verdad.
Asu/ahu. Vida, existencia. Relacionado con el verbo ser (‘as’/’ah’). Los ‘asuras’ védicos, y el ‘ahura’ avéstico (Ahura Mazda). ‘Mazda’ es sabiduría.
El verbo ‘ser’ está ligado con la existencia, con la vida, con el ser… con el orden, con la verdad… El no-ser (asat) y el no-orden (anrtá) están ligados  con la mentira, con la irrealidad…
*La vida se dice en avéstico ‘gaiia’.
*La vida, en el cariotipo humano, alberga dos espíritus, uno que suma, otro que resta.  
Hay vida contraria o enemiga de sí.
La batalla entre estos dos espíritus aún no ha comenzado. Constantemente se impone el mal espíritu sobre el buen espíritu (carente por lo general de fuerza y de malas intenciones). Todavía no ha habido una respuesta del buen espíritu.
Desde que tenemos memoria (todo el neolítico histórico, los últimos seis mil años) vemos como se impone en los colectivos la violencia y el engaño. Las civilizaciones belicosas, imperialistas, depredadoras, explotadoras, esclavistas… sus ‘discursos’ legitimadores (religiosos, políticos, filosóficos…).
El mundo, este planeta viviente, está en manos del mal espíritu desde hace milenios; en manos de los astutos y los violentos.
El buen espíritu ha de plantar batalla al mal espíritu. Ha de poner freno a la deriva destructiva que llevamos. El poder, hasta ahora, está en manos del mal espíritu.
El mal espíritu tiene poder, mucho poder. Y armas, muchas armas. Y muchos colaboradores.
El ánimo o espíritu codicioso, destructivo, posesivo… La avidez de dominio material, de poder sobre todo y todos.
Todas las estructuras o sistemas de poder, de unos sobre otros, han sido ingeniados por el espíritu hostil. Los métodos: la astucia y la violencia.
El espíritu nocivo carece de moral común, colectiva. Es egoísta, egocéntrico. No mira más que por sí. Jamás mide las consecuencias de sus actos. Indiferencia moral absoluta. Es el arma más poderosa. Nada de escrúpulos.
Nada detiene a este espíritu destructivo. No hay fuerzas contrarias, no hay poder (no hay contra-poder).
La batalla contra este espíritu nunca se ha entablado; nunca se le ha hecho la guerra. Las batallas ganadas y relatadas por Zarathushtra son míticas, alegóricas, no han tenido lugar. Son fruto más del deseo que de la realidad.
El mal espíritu campa a sus anchas. Ejerce su dominio sobre todas las cosas. Su poder (bélico, policial, jurídico, ideológico, político, mediático…) es absoluto, podríamos decir. Dueño de la palabra, de la ley; señor del discurso dominante.
El buen espíritu es nada, no cuenta más que con buenas intenciones, buenas palabras, y buenos actos. Ni vence, ni convence. Su palabra es nada. Carece de fuerza. Se pierde en el caos de discursos que pululan. La palabra de los sabios.
Nada une al sufriente planeta viviente contra los opresores y supresores. Contra las obras del mal espíritu –el devastador, el aniquilador.
Es en el cariotipo humano que tal discordia se hace patente. Llega a la palabra, a la luz.  
La vida puede tomar un camino u otro. Un camino bueno, benéfico, provechoso, y otro camino malo, nocivo, perjudicial… En esto consiste la libertad de la vida en el cariotipo humano. La libertad de elección.
Hace milenios que vamos por el camino malo. Destruimos, y nos destruimos.
Hay una vida que se afana, vence, y progresa. Hay otra vida que destruye, consume, desertiza…
Las fuerzas que lideran la marcha de las cosas son las fuerzas destructivas. Las que mandan, las que gobiernan. Los poderosos de la tierra.
Ciega, indiferente a las consecuencias marcha esa vida hostil. Sólo ama su poder.
El desierto crece –en la naturaleza y en la cultura. La palabra gastada, vacía, muerta. No hace efecto. No mueve. No hace nada. Todos los espíritus en manos del espíritu nocivo (su mente, su conciencia… su instrucción). El poder de este espíritu.
El astuto fabricante de opiniones públicas, de discursos colectivos… de visiones del mundo (religiosas, filosóficas, políticas…). Las armas del espíritu hostil.
¿Qué puede hacer el buen espíritu? Despabilar; rescatar a esas almas de manos del espíritu nocivo. ¿Cómo? Mediante la palabra… Guerra fría al espíritu nocivo. Desobediencia civil. No colaborar. No participar. No seguir…
Hay que partir de la vida. Es la vida la que aquí se enfrenta consigo misma. Todo se reduce a este dualismo conductual. O la vía de la vida, o la vía de la muerte.
La vida. La comunidad de los vivientes. La vida en el cariotipo humano.
Es en el cariotipo humano que se entabla esta batalla entre los dos espíritus.
Mediante el buen espíritu la vida prospera, mediante el mal espíritu la vida decae.
La vida, y el buen y el mal espíritu. La naturaleza sabia (la existencia, el ser viviente, la sustancia viviente única), más el espíritu benéfico, positivo, bueno (spenta mainiiu) y el espíritu nocivo, negativo, malo (angra mainiiu).
La vida, la existencia (gaiia, ahu), y los dos espíritus (ánimos, talantes, actitudes…).

La buena conciencia (vohu dên) es la conciencia que elige el camino del buen espíritu (spenta mainiiu). La mala conciencia…
Hay las buenas intenciones o pensamientos (vohu manah), y las malas intenciones (aka manah). El buen dominio y el mal dominio… La verdad, el orden, la justicia (Asha), y la mentira, el desorden, la injusticia (Drug)…
La dualidad, el dualismo que recorre los Gâthâs o cantos de Zarathushtra. Una dualidad que, en justicia, solo podemos encontrarla en el cariotipo humano. Es un dualismo no metafísico u ontológico, sino psicológico, o mejor, etológico –conductual. Maneras de vivir, de estar, de morar… el ‘éthos’, la ética.
El cariotipo humano. La vida escindida, dividida y enfrentada. El drama que vivimos. La especie consciente, inteligente, sabia… a la manera de la vida. La libertad de elección. Es un poder; es el poder de la vida. El doble camino, la doble vía. Construir, destruir…
El dualismo se reduce a la vida en el cariotipo humano. No es extensible a otras criaturas, a otros organismos, a otros cariotipos… únicamente los miembros del cariotipo humano conocen la responsabilidad –el tener que responder.
Es obvio que la multiplicidad pulsional y volitiva es variada, extensa (los estados de ánimo, los estados mentales, las pasiones, los afectos…), pero si tomamos como referencia a la vida, podemos decir si tal o cual actitud, intención, o deseo son positivos o negativos para ésta. La vida es la medida.
Es la vida en el cariotipo humano la que se encuentra con los dos caminos. El fenómeno de la doble elección sólo lo vive, o experimenta, la vida en el cariotipo humano. Toda la ética se fundamenta en esto. Cómo vivir, morar…
Es la misma vida, pues, la que introduce la ética en la naturaleza.
No lo que me beneficia a mí, o a nosotros (familia, clan, grupo, etnia, nación… ‘especie’), sino lo que beneficia a la vida. Éste es ahora el criterio.
El buen espíritu favorece y hace prosperar a la vida, el mal espíritu la perjudica, la daña, la debilita… El buen hacer, y el mal hacer.
Como humanos tenemos clara conciencia de esto que digo. Acumulamos experiencia, sabemos de esto y de aquello, sabemos… Siempre somos conscientes de la naturaleza de nuestros actos –de su buena o mala intención, de sus probables consecuencias… Nosotros sabemos. La vida sabe.
Es la vida en todo momento la que decide, la que elige… El doble camino.
La buena conciencia, la que contribuye a la vida. La mala conciencia. El camino rojo (la preocupación por todos) y el camino negro (la preocupación tan sólo por uno mismo) de los ‘lakotas’ ahora extendido a la vida. Ya no es el grupo o la tribu, sino la comunidad de los vivientes, el planeta viviente en su totalidad.
No sólo hemos de ocuparnos del resto de las formas vivas, también hemos de ocuparnos de las condiciones físico-químicas de nuestra existencia (el hogar, la morada). El planeta en su integridad.
Que la balanza se incline hacia lo positivo, creativo, constructivo… Hasta ahora domina lo negativo, lo destructivo, lo devastador. Abandonar el mal camino, el camino que destruye, que mata, que aniquila…
Hasta ahora dominan las fuerzas hostiles a la vida (desde que tenemos memoria). Domina la ciega codicia, la insaciable depredación… el egotismo de uno o de unos pocos. Indiferentes a las consecuencias. Un planeta destrozado, devastado… dejaremos. La obra de millones y millones de años.
¿El cariotipo humano un experimento fallido? ¿No pudo ser? Faltan el autodominio, la autodisciplina… las metas claras. Que prevalezcan las fuerzas constructivas. De esto se trata.
Una lucha contra las fuerzas destructivas. Contra la enfermedad (contra la vida enferma), contra el mal (para la vida); contra la locura y la muerte.
La vida consciente de sí desaparecería de la tierra. La luz de este mundo. La vida en su forma humana.
En un momento dado en el devenir de la vida… Es la vida la que se encuentra ante el doble camino. Es la vida la que se juega su futuro, su ser o no-ser, en estos tiempos. Si elegirá el camino de la vida, o proseguirá por el camino de la autodestrucción. La re-anudación, la re-ligación a la vida. La buena elección.
Estos son los tiempos de la gran decisión. La elección ahora compete a la entera especie humana.
Individualmente todos hemos conocido estas bifurcaciones fatales, decisivas en nuestra vida. Los cambios radicales de rumbo que alteran (que hacen otra) nuestra vida.
“Todo necio ama más su hábito que su provecho”, Nietzsche. Éste es el caso. La inercia comportamental de los ‘adictos’, pese al conocimiento del daño que tal o cual hábito les produce. Luchar contra los maños hábitos, los dañinos o perjudiciales para nuestra salud.
El estado de necedad (no saber por ignorancia u olvido) en el que se encuentra la mayoría de la ‘humanidad’. Ignorancia, desconocimiento de lo esencial.
El conocimiento esencial ahora es el conocimiento de sí como sustancia viviente única. Este saber nos sitúa aún más en la encrucijada. Ahora sabemos más que nunca. Ahora nos sabemos. Este saber de sí transforma la mirada –el modo en que miramos y nos miramos; el ser y el estar (el morar). El morar y la moral. Este saber exige un cambio en el morar, un cambio de moral. Moraremos, viviremos de otro modo en este planeta. Nuestra moral será otra. Una moral y un morar que se atiene a lo que es bueno para la vida –para Nos.
Cambio de rumbo del cariotipo humano en su conjunto. Un futuro otro. Genocéntrico. Centrado en la vida. En guardia constantemente contra el espíritu hostil a la vida (todo aquello que perjudique a la vida).
Conciencia del dualismo, de la libertad de elección.
Hay un primer principio: ‘ahu-’, ‘asu-’ ‘gaiia’, la vida. Y dos espíritus, ánimos, talantes, actitudes… fundamentales. Una que favorece a la vida, y otra que la daña (a corto, medio, o largo plazo). Dos maneras de vivir, de morar.
Saber estar. Ser conscientes de nuestro papel, de nuestro estado, de nuestra situación, de nuestro contexto, de nuestro entorno… com-portarse. Com-portarse, cohabitar, convivir, con-templar lo otro.
Una humanidad (una vida) codiciosa, insaciable… una huida hacia adelante… Estos son los momentos.
La codicia es un no saber estar. Un morar tiránico con los otros, con el medio. Como si fuera posesión nuestra. Propio de personas que no se conocen, que no se auto-dominan… 
*Si tuviéramos que usar el lenguaje ‘teológico’ de los antiguos helenos diríamos que la astucia (Hermes) y la violencia (Ares) nos gobiernan. Hermes y Ares son hijos de Zeus no menos que Atenea (la sabiduría), Hefaistos (el ingenio), Apolo (las artes en general), Artemisa (la virginidad, la pureza), o Dioniso.
De todos los hermanos únicamente Hermes y Ares se destacan por sus actividades mixtificadoras y destructivas respectivamente. Hermes es tanto  la mentira como las malas intenciones, la impiedad… Va contra Asha (la verdad, el orden, la justicia…), contra Vohu Manah (el pensamiento benéfico), contra el espíritu benéfico (Spenta Mainiiu)…
Del panteón védico únicamente Indra (el Ares védico) es denostado. Se salvan Soma (Haoma), Agni (Atar), Aryaman (Airyaman), Mithra… La mentira a la que alude Zarathushtra es obra de los sacerdotes (las mixtificaciones sacerdotales, que podemos relacionar con Hermes). Los sacerdotes y los guerreros son, además, parásitos sociales.
Hermes es el ‘dios’ tutelar de ladrones, banqueros, comerciantes, sacerdotes, políticos… Los grandes mixtificadores, maestros de la palabra engañosa.
Es la ciega violencia y la astucia sin escrúpulos lo que se rechaza de la tradición común arya (el ‘mundo’ en el que se mueve Zarathushtra). La reforma dualista  es la distinción que se establece entre los ‘dioses’ o principios que resultan positivos para la vida (la tierra, el ganado, las aguas, los hombres…), y los que resultan destructivos.
(‘Mundo’ es tierra y cielo, mortales e inmortales. Heidegger).
El dualismo etológico de Zarathushtra no es nihilista, no es un punto de fuga (como el hinduismo, el budismo, el cristianismo…). Nada tiene que ver su figura con los ‘salvadores’ hinduistas, budistas, o cristianos. Hace valer la conciencia, la reflexión, la libertad de elección. Opta por la buena intención, por el buen hacer, por el buen morar… por el buen camino para la vida.
 Los astutos y los violentos gobiernan el mundo. De ellos es el reino. No tienen nada que ver con la sabiduría, el arte, o la espiritualidad… No tienen nada que ver con la verdad, con la justicia, con el buen dominio… Lo suyo es el poder (a cualquier precio). La codicia insaciable y la indiferencia moral (su morar, su habitar, su manera de vivir, su manera de ser y estar, indiferentes a las consecuencias) son las fuentes de su éxito y de su poder.
Las fuerzas creativas yacen maniatadas o subyugadas, rendidas. La inteligencia de Atenea, de Hefaistos, de Apolo… es puesta al servicio del poder.  La ciencia, el conocimiento, el arte, la espiritualidad… son también instrumentos de poder del espíritu nocivo. Han ido degradándose poco a poco (desde la antigüedad), han terminado perdiendo soberanía, independencia, libertad, verdad… Han perdido la gloria, el brillo, el esplendor… energía, fuerza… (el ‘xvaranah’ avéstico). Han quedado reducidos a nada. La pérdida del ‘xvaranah’ suponía la imposibilidad de cumplir su misión.
Los dos caminos. Las dos maneras de vivir, de comportarse, de morar… Aunque pudiéramos incluir a los laxos, a los perezosos, a los negligentes, a los indiferentes… a los indecisos, a los fluctuantes… a los ignorantes, a los inconscientes… La inmensa mayoría. Sólo unos pocos están de un lado o del otro de manera plena y consciente.
No se vive o mora de manera consciente y plena. Apenas nadie se estremece ante el fenómeno ‘vida’.
Líf y Lífthrasir son la pareja que sobrevivieron al crepúsculo de los dioses y de la humanidad –en el relato escandinavo (el Ragnarök). Líf es vida (‘life’), y Lífthrasir es aquel que ama, desea, ronda, gira en torno a la vida (Líf).
La decisión positiva, la buena elección, incluye necesariamente el amor. Es amor a la vida –a Líf, a Gaiia. Los amantes de la vida. Aquellos/aquellas que aman la vida.
La estirpe de Líf y Lífthrasir, de Genouss y Genoussin. La comunidad de amantes de la vida. La escuálida, la mínima, la diminuta comunidad. Débiles, pobres; sin poder, sin fuerza. ¿Cómo lograrán la victoria sobre las poderosas y numerosas fuerzas destructivas?
Pese a sus exiguas fuerzas los amantes de la vida vencerán en esta contienda. Finalmente la ‘buena vida’, el buen camino, se impondrá. La vida consciente de si se juega el ser, el seguir siendo. Estos son los momentos que vivimos. Se requiere una decisión final que afecte a todos los colectivos humanos (a sus maneras de vivir, de morar en este planeta) –que la balanza se incline definitivamente hacia lo bueno para la vida. El futuro (el nuestro, el de la vida consciente de sí) será genocéntrico o no será. La razón de la vida se impondrá sobre la sinrazón.
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Hasta la próxima,
Manu

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