Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

martes, 14 de marzo de 2017

148) Genocentrismo III


Genocentrismo III.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (14/03/17).


*


*¿Qué se puede decir acerca de la vida? La vida es la esencia, el ser de toda forma viva; de toda criatura. La vida es sustancia viviente; la única sustancia viviente en este planeta. La sustancia genética. Es una y la misma en todas las criaturas. Es lo único vivo en las criaturas. Nosotros somos la vida.
Todo aquello que predicamos de las criaturas, de la vida lo predicamos. Astucia, inteligencia, apetito (deseo, voluntad…)… La intelección, la volición… las pasiones y afectos.  El amor, el odio…
En todo momento es la vida (la sustancia viviente única) la que piensa, siente, y quiere.
La esencia de la vida… La vida es esencia. La vida es el ser, el único ser. Nosotros somos la vida.
Amar a la vida es amarnos a nosotros mismos.
El ‘hombre’, el particular cariotipo que somos. No hemos de interrogarnos como seres humanos, sino como vida.
¿Qué preguntas puede hacerse la misma vida? La vida en el cosmos. El ser del cosmos; el ser de la vida.
La pregunta acerca del ser –por qué hay ser en lugar de nada–, la pregunta filosófica que promueve Heidegger.
Nosotros somos el ser vivo, el único ser vivo en este planeta –la vida en este planeta. Somos en todas y cada una de las criaturas que pueblan este planeta. La misma esencia, el mismo ser.
Las diferencias específicas (entre las innumerables criaturas) no ocultan nuestra común y única esencia.
Este conocimiento –la esencia compartida por todas las criaturas– apenas cuenta un  siglo. Sus corolarios están por pensar, por vivir…
El hombre desaparece. El futuro del cariotipo humano cambiará radicalmente en cuanto esta conciencia, este saber cierto, se extienda.
Nos, la vida.
No el hombre cobrará conciencia acerca de su ser, sino la misma vida. Es un proceso de autognosis –la vida se torna consciente de sí. No como esta o aquella criatura, sino como la misma vida. 
Lo otro de la vida –de lo vivo, de lo viviente; de la sustancia viviente única.
En los años que llevo con este saber apenas si he podido añadir algo de lo ya dicho más arriba. No sé qué decir. Es el hecho más significativo, más revolucionario, más sublime. Y apenas si puedo decir. No sirvo; no tengo facultades. Insuficiencia. Aquí se requiere al poeta y al filósofo; al creador, al visionario.
Esta conciencia que digo dará a lugar a nuevas culturas, a nuevas civilizaciones. Todo aquello que hemos sido, como humanos, capaces de concebir y de crear –todas las tradiciones culturales– cambiarán radicalmente.
Nada nos satisface ya de las antiguas culturas. Ni su arte ni su pensamiento. Todo insuficiente. Nada nos dice; nada satisface. Carecemos por completo de palabras y de obras.
Somos los primeros. Tendremos que crear de la nada un mundo nuevo. A la altura de la sustancia genética, de la sustancia viviente única.
Decirnos. Decir la nueva mirada. El ser recobrado; recién descubierto. Nuestra verdad.
Heidegger es el último filósofo. El hombre le preocupaba. El ser y el hombre. El lenguaje. El hombre y el lenguaje.  El lenguaje como  morada del ser. El hombre como pastor del ser.… El hombre y la técnica. La futura dominación del planeta –en ‘quién es el Zarathushtra de Nietzsche’, por ejemplo. Seguía girando alrededor del ‘hombre’. Pese a su grandeza, nada nos dice; no nos alcanza. Lenguaje humano, demasiado humano. Mundo pre-genocéntrico (como ptolemaico); ido.
No tenemos nada. Xenus/Nexus no tiene nada que le acune. Ni una palabra, ni un poema… Nada. Ni siquiera las ciencias biológicas más recientes se han percatado de su venida. No encontramos nada para nosotros.
Obsérvese, por ejemplo, en el derecho ambiental, donde dicen cosas como: "Todos los hombres gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo…”  El ‘hombre’ sigue siendo la preocupación, el centro, no la vida.
Las viejas culturas, las viejas historias, los viejos mundos antropocéntricos, fenocéntricos… Todo ha perdido su brillo, su esplendor… la sabiduría, la gnómica… No para nosotros.
Pobreza inaudita. Apenas si contamos con materiales para construir. Desnudos aparecemos.
Sólo las ciencias de la vida pueden instruirnos. Genómica, ecología…
*La técnica acompaña al hombre desde su origen, desde el paleolítico. El uso de herramientas, de útiles, de métodos… en el curtido de pieles, en el trabajo de la piedra, en la de los pigmentos y en la pintura, en la construcción de viviendas, en la preparación de los alimentos, en la fabricación de armas y utensilios, en la caza…
El hombre ‘moderno’, el cariotipo humano que prevalece y perdura hasta nuestros días.
Las consecuencias de las técnicas del paleolítico tuvieron un mínimo impacto en el resto de la naturaleza. Si bien hoy sabemos de la extinción de especies debido a la caza descontrolada en las Américas y en Europa. La llegada del hombre al continente americano fue un desastre ecológico.
No podemos apelar al hombre primitivo. La conducta de los grupos humanos fue siempre explotadora e indiferente a las consecuencias medio ambientales o ecológicas de su actividad super-depredadora.
El neolítico supuso otro avance en las técnicas de explotación de la naturaleza –la agricultura, la cría y domesticación de otras especies, la minería… (obsérvese el antropocentrismo en el Génesis judío).
Por lo demás, los nichos ecológicos son frágiles e inestables. Basta la más mínima alteración climática, orográfica, o biológica para acabar con estos. Hay siempre un relativo equilibrio o un equilibrio inestable en los ecosistemas. No son eternos.
No es sólo el hombre el perturbador (de los ecosistemas). Pero es el hombre la única especie que es consciente de sus actos, y de las consecuencias de sus actos.
El único cariotipo que piensa y que se piensa en el mundo. El único que se ‘objetiva’, que va más allá de sí y, por ello mismo, el único ser vivo que puede modificar su conducta.
Esta autoconciencia es, quizás, la fuente de nuestra libertad. El ‘plus’ que caracteriza al cariotipo humano.
¿El cariotipo humano como vértice de la evolución? La especia ‘elegida’, dicen. ¿Elegida para qué? ¿Para dominar este mundo viviente; el mundo? ¿Para destruirlo?
El cariotipo humano es la especie elegida por la sustancia viviente única  para el gran acontecimiento de su revelación en el mundo –de su auto-revelación.
La sustancia genética es el señor de la creación (en lo que concierne a las formas vivas). El ‘uno’, el ‘único’; la sustancia viviente única.
El cariotipo humano es un medio, un recipiente, un vehículo… desde el cual la sustancia viviente única accede al mundo.
No como hombres sino como sustancia viviente única hemos de vernos y pensarnos a partir de ahora.
El largo camino hacia sí mismo de la sustancia genética. La autognosis de la vida. La revelación.
No podemos decir si ha sido la intención o el azar. La rama de los homínidos surgida de la rama de los primates… hasta culminar en el cariotipo específico humano.
En el cariotipo humano la sustancia viviente única cuenta con ojos y oídos y manos para llegar a sí misma. Es en el cariotipo específico humano que la sustancia genética adviene a la luz, llega a ser consciente de sí.
El ‘hombre’ ha de ser dejado atrás. Ahora se requiere una ‘cultura’ para la vida. Ahora la vida ha de crear su propia cultura. Una cultura a la altura de la vida. Una cultura dirigida a la vida, centrada en la vida, destinada a la vida. Una palabra digna de la vida.
La vida no dispone de cultura. No tiene nada. Carece por completo de palabras que la digan, que la expresen, que la acunen. Nada del pasado antropocéntrico y antropomórfico puede satisfacer su hambre y su sed de palabras, de verdades…
Habrá que empezar desde cero. Una nueva cultura desde la nada.
Ya no se trata del hombre, sino de la vida, de la sustancia genética, de la sustancia viviente única.
Una vida ya no confundida, perdida, presa… alienada en sus criaturas –en el hombre en particular. Una vida ya libre y consciente de sí.
El uno-primordial (Ur-eine). Xenus. La sustancia genética, la sustancia viviente única. Carente de palabras, de música… Ninguna cultura humana la dice; nada en la sabiduría de los hombres la presagiaba o adivinaba. El inesperado Xenus/Nexus.
Incluso la rama del saber más relacionada con la vida (biología) sigue siendo antropocéntrica –humana, demasiado humana. Tendrá que comenzar de nuevo.
El centro ahora es la vida. La historia de la vida. Desde sus orígenes. Desde los protobiontes. Desde las primeras señales de vida en el planeta. La evolución de sus máquinas de supervivencia, de sus modos de dominio –la heurística de la vida. La ocupación del agua, de la tierra, del aire… La expansión de la vida.
Xenus/Nexus no puede quedar prendido en las diversas culturas que los humanos han llegado a crear. No puede comprometerse con ninguna cultura, con ningún grupo humano. Ha de trascenderlas a todas. Más allá.
El nuevo período genocéntrico, post-fenocéntrico (post-antropocéntrico), ha de dejar todo lo humano atrás. Ahora la alienación le compete a la misma vida. La vida no puede seguir siendo esclava de una determinada rama étnica o lingüístico-cultural.
En cada ‘cultura’ los hombres se decían a sí mismos. Trataban de encontrar un sentido a su propia existencia. El hombre era el centro de aquellos mundos elaborados a través de las generaciones. El hombre era el límite y la raíz de sus preocupaciones.
Todo el legado humano ha quedado inútil para Xenus/Nexus. Todo equivocado, errado, descentrado… El sujeto ahora es la vida.
El camino que inicia Darwin es el que nos ha conducido aquí. A la esencia de la vida. A Nos –a ‘genous’.
Es un año cero absoluto. Todo por hacer.
¿A quién invocamos? Carecemos de dioses, de mitos… de historia, de ‘pasado’… Lo nuestro es el futuro.
Tenemos que construir para el futuro una morada para Xenus/Nexus. Para la nueva (y vieja) criatura; para la vida imperecedera.
La vida es el único sujeto de la actividad; el único protagonista. No hay otro. No hay nadie más.
Es en el cariotipo humano que se produce el nacimiento de Xenus/Nexus. La especie elegida (por la sustancia viviente única). En algún momento de la historia del cariotipo humano se produciría esta ‘revelación’. Y el momento ha llegado.
Todo lo humano ha quedado atrás. El ‘hombre’ ha desaparecido. Ahora es la mirada de la vida, de la sustancia viviente única, de Xenus/Nexus. Ahora es la vida la que tiene la palabra. El hombre (la criatura) ya nada tiene que decir.
Las nuevas sociedades post-humanas: genocéntricas, ecológicas…  Bases biocéntricas de la nueva cultura.
Nuevos pensamientos, nueva actividad, nuevos mensajes… Nueva arquitectura, nueva música, nueva poesía, nueva filosofía… Una cultura a la altura de Xenus/Nexus. Genouss y Genoussin.
Más allá de culturas, razas, naciones… Pero no en nombre de una abstracta humanidad, sino en nombre de la vida.
Ahora el cariotipo humano, la especie elegida, el vértice de la evolución, se convierte en el defensor y en el cuidador de la vida. Ésta es su misión. Velar, cuidar, proteger…
Todo humanismo o antropocentrismo (religioso, filosófico, político…) ha quedado arruinado, pulverizado, ante la ‘revelación’ de la sustancia genética, de la sustancia viviente única.
Un planeta biocéntrico, global… Una cultura biocéntrica universal. Éste es el futuro. No un mundo en guerra, en discordia consigo mismo –en el nombre de pueblos, credos, naciones…
Un futuro creativo, constructivo, reparador…
La revelación de la sustancia viviente única cambiará la faz del planeta en el futuro. Esta revelación sí que es una verdadera novedad; algo verdaderamente nuevo, e inesperado. No anunciado, no presagiado, no adivinado, no profetizado… Esta revelación, este saber, partirá en dos la historia del cariotipo humano sobre la tierra. Habrá un antes y un después como nunca antes lo hubo.
Seres nuevos, futuros… Conscientes de su ‘ser’ único.
Nosotros somos la vida. Más allá de los fenotipos, de las criaturas. Nosotros somos los creadores. Amor, veneración, cuidado…
El ser único. El fuego único. El alma de lo viviente. Y nosotros somos ese ser, ese fuego, ese alma.
Lo importante es que esta conciencia se difunda. Se trata de una conciencia y de un saber no sectario, sino universal. El movimiento no ha de convertirse en una secta.
No se trata de una secta de vocación universal sino de un saber que afecta a todos los grupos humanos.
*Es el ‘hombre’ con sus demandas, con sus exigencias, con sus impertinencias… el gran perturbador. Ahora reclama aire limpio, aguas puras… en nombre de la humanidad… como un derecho. Incluso los más radicales, los ecologistas ‘profundos’, usan un lenguaje antropocéntrico. Se habla de la auto-realización del ‘hombre’… del papel del ‘hombre’ en los nuevos tiempos ‘biocéntricos’…
No sé cuando nos libraremos de ese ‘hombre’ que lleva miles de años explotando al resto de de la naturaleza viviente y emponzoñando el planeta. No sé cuando ese ‘hombre’ de apartará a un lado para darle paso a la vida; para hablar como vida, y en nombre de la vida.
*Protegiendo la vida, nos protegemos a nosotros mismos, y a nuestra descendencia. Hablamos como vida.
Es un deber el proteger la vida. Proteger la vida es un deber para la misma vida.
Proteger la vida es proteger, en primer lugar, su entorno físico-químico; es proteger el hogar.
“La morada del hombre es su ‘daemon’ (divinidad, dios)”, dice Heráclito. La morada, esto es, su morar sobre la tierra, el cómo mora o habita; su modo y manera de estar. Tal la morada, tal el hombre que en ella mora.
El hombre que hasta ahora mora es el hombre del neolítico, el depredador sin escrúpulos… Es ese hombre el que mancilla la morada de la vida. Así la morada, así el hombre que la habita. Es ese hombre último el que debe desaparecer para dar lugar a la vida. Ahora es la vida la que tiene la palabra.
El hogar de la vida. Ahora no es el hombre quien mora, o el morador, sino la misma vida. La vida cuida de su morada. La tierra, el agua, el aire, la luz… La cuna de la vida. El hogar prístino y puro.
Limpiar, purificar todo lo que el hombre ha manchado. Recuperar la tierra, el aire, el agua, la luz…
Lo que importa desde ya no es el futuro del hombre, sino el futuro de la vida. La vida que somos. Nuestro futuro.
El camino hacia la vida, el camino hacia nosotros mismos. Regreso, retorno… vuelta, giro… revolución. Remembranza. Catarsis.
*
Hasta la próxima,
Manu

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